jueves, 28 de marzo de 2013

Pink Floyd - Animals (1977)




Con la perspectiva del tiempo tenemos la tentación de catalogar el disco “Animals” de Pink Floyd como de absoluta rareza. Sin duda, esto es algo que pondría a muchos seguidores del grupo en guardia ya que no son pocos los que opinan que éste es el mejor trabajo nunca publicado por la banda británica lo que nos obliga a matizar convenientemente la afirmación anterior.

Hay un cierto consenso acerca de cuál es la etapa más brillante del grupo que suele señalar sin muchas dudas los años comprendidos entre 1973 (“The Dark Side of the Moon”) y 1979 (“The Wall”). Entre los dos extremos se sitúan “Wish You Were Here”, publicado en 1974, y “Animals”, en 1977. No es casualidad que cuando hace poco tiempo se reeditó una vez más toda la discografía de Pink Floyd, los tres únicos discos que conocieron una versión lujosa en grandes cajas llenas de extras y de la memorabilia más “friki” (con canicas y bufandas incluidas) perteneciesen a este periodo. ¿Tres discos? Pero nosotros habíamos citado cuatro. Efectivamente, el único “excluido” del tratamiento privilegiado de sus compañeros fue “Animals”. ¿Qué fue lo que le condenó a esta marginación? Posiblemente no fueron criterios cualitativos sino comerciales y es que el disco que hoy nos ocupa carecía del gancho de los anteriores por adolecer de canciones estrella, de esas que nunca faltaban en los conciertos de la banda en los años posteriores.

Los meses anteriores a la publicación del disco fueron algo movidos en el seno de Pink Floyd, con distintos asuntos personales que “distrajeron” a varios de sus miembros quienes, cuando quisieron reaccionar, se dieron cuenta de que Roger Waters se había instalado en el trono del cuarteto y no pensaba ceder ni un ápice en su nuevo rol. Sabemos que, en el fondo, el bueno de Waters siempre se ha atribuido casi todo el mérito del éxito de Pink Floyd por lo que, desde su punto de vista, la situación previa a “Animals” era ni más ni menos que la evolución natural de las cosas. Sucedió que Rick Wright no estuvo muy implicado durante la grabación y, de hecho, fue el primer disco en el que no aparece acreditado como autor de ningún tema. Gilmour, por su parte, acababa de ser padre por lo que tampoco Pink Floyd estaban en el número uno de su lista de preocupaciones. Esta afirmación se puso de manifiesto con una especie de conspiración entre Waters y Nick Mason que llegaron a hacer una mezcla de uno de los cortes del disco en el que eliminaban un sólo de Gilmour, reemplazándolo por otro interpretado por Snowy White, guitarrista que luego participaría en la gira de “The Wall” así como en discos en solitario de los miembros de la banda. Finalmente se respetó el trabajo de Gilmour pero existe la grabación alternativa.. Al margen de eso, se dio otra circunstancia de no poca importancia. Con “Wish You Were Here”, vencía un contrato del grupo con su discográfica en función del cual, tenían libre acceso y disposición de los estudios de grabación por el tiempo que considerasen necesario. A partir de entonces, las horas de estudio serían de pago con lo que había dos opciones: o renunciar al viejo modo de hacer las cosas, es decir, juntarse en el lugar de grabación y experimentar allí durante días para ver qué surge, dado el excesivo coste del alquiler de las instalaciones o bien, montarse un estudio propio. La alternativa escogida fue la segunda y durante todo el año 1975 y parte de 1976, el grupo construyó su propio estudio en Britannia Row y fue ahí donde tuvo lugar la grabación del nuevo trabajo.

El tema del disco tenía un fuerte componente social, algo casi obligado en la convulsa Inglaterra de finales de los setenta con una situación económica y política que había llevado a un gran descontento, especialmente entre los jóvenes. La guerra fría estaba de plena actualidad y muchos vieron en la situación tintes orwellianos (¿qué habrían dicho hoy en día? Nos permitimos comentar...). A su modo, Waters adapta la novela “Animal Farm” del escritor británico para hacer un retrato metafórico de la sociedad británica dividiéndola entre los cerdos (representando a la clase dominante, autoritaria e idiota a partes iguales), los perros (el brazo armado de los anteriores, obedientes y disciplinados) y las ovejas (el resto de la gente, sumisos y adocenados). Donde Orwell criticaba el régimen comunista de Stalin como una traición a sus ideales, Waters retuerce el argumento y lo transforma en un ataque al capitalismo.

Imagen de uno de los conciertos de la gira que siguió a "Animals".


“Pigs on the Wing 1” – El comienzo del disco no tiene mucho que ver con lo que viene después ya que se trata de una balada muy breve con guitarra acústica que recuerda algo a la música del grupo de años anteriores, como la que formó parte de las bandas sonoras de “Zabriskie Point” o “More”.

“Dogs” – El tema más largo del disco, y el único firmado por Waters y Gilmour (aunque el guitarrista afirma que es en un 90% de su autoría) es, además, la pieza central de toda la obra. Comienza con unos rasgueos de guitarra que hacen las veces de sección rítmica (homenajeada años después por Steven Wilson en el último disco de Porcupine Tree). No tardan en aparecer los primeros teclados de Wright que se alejan de los sintetizadores de pasados discos para volver a los clásicos órganos eléctricos recuperando un sonido más añejo. Tras la introducción entramos en una sección algo más reposada en la que la combinación de guitarra y teclados recuerda vagamente al clásico “Shine on You Crazy Diamond” pero también a los King Crimson de sus primeros años en algún guiño melódico. Aparecen también algunas estructuras rítmicas con guiños a la música disco que luego se harían más evidentes en “The Wall”. Hacia la mitad del tema aparece un largo pasaje electrónico con varios efectos de sonido (especialmente ladridos de perros, como corresponde al título) que nos hace revivir los mejores momentos de los años psicodélicos de la banda mezclados con los experimentos más recientes del disco “Wish You Were Here”. Si bien es cierto que la aportación creativa de Rick Wright en “Animals” es muy inferior a la habitual, no lo es menos que su interpretación en estos pasajes está a la altura de las mejores que hizo con la banda. Cerrando la pieza, se recupera el tema inicial de la misma con una energía redoblada al aparecer ya la banda en pleno, con un monumental solo de Gilmour, el trepidante bajo de Waters y la batería de Mason más presente que en los minutos anteriores. La coda final del disco es un anticipo del estilo que adoptará la música de Waters en años posteriores, especialmente en su último disco con Pink Floyd: “The Final Cut”. “Dogs”, sin embargo, fue una revisión de un tema compuesto un tiempo antes y que parecía destinado a formar parte de “Wish You Were Here” bajo el título de “You’ve Got to Be Crazy” y como tal fue interpretado en varios conciertos aunque, evidentemente, en una versión algo distinta a la aparecida en “Animals”.

“Pigs (Three Different Ones)” – Un juego de efectos vocales imitando sonidos de un cerdo con los teclados de Wright y distintas guitarras sirve como presentación de la siguiente canción, muy similar en ritmo y sonidos a “Have a Cigar” del anterior trabajo de la banda. De nuevo, la aportación como intérprete de Wright a los teclados le da un valor añadido insustituible a una pieza magnífica que contiene en sus algo más de diez minutos de duración toda la esencia de Pink Floyd en sus años más populares. No se sabe de forma fehaciente a qué tres “cerdos” se alude en el título, con excepción de Mary Whitehouse, activista muy popular en aquellos años, de ideas ultraconservadoras e iniciadora de varias campañas de “limpieza” moral en la corrupta sociedad británica, invadida (siempre desde su punto de vista) por la pornografía, la homosexualidad y la blasfemia. Según algunas versiones, los otros dos “cerdos” serían: la entonces líder (lideresa, dirían algunas seguidoras del personaje) de la oposición conservadora en el Reino Unido, Margaret Thatcher y los presidentes de las grandes corporaciones, sin personalizar en ninguno en concreto.

“Sheep” – La última pieza larga del disco se inicia con un sonido que tiene mucho de jazzistico pero también importantes reminiscencias de los discos del Alan Parsons Project, lo que no es de extrañar puesto que la canción procede de unos años antes, al igual que “Dogs” y se interpretó en los conciertos del año 74 bajo el título de “Raving and Drooling”. Recordemos que el grupo trabajó junto a Alan Parsons en 1972 y 1973 durante la grabación de “The Dark Side of the Moon” y es más que posible que algo de la forma de trabajar del ingeniero entrase a formar parte del “modus operandi” de la banda en aquellos tiempos. Como curiosidad, el bajo en “Sheep” (también en “Pigs”) no fue interpretado por Waters como era habitual sino por David Gilmour. La última parte de la canción nos muestra una serie de agresivos “riffs” de guitarra a cargo del propio Gilmour no demasiado habituales en la música de Pink Floyd pero que sirven para poner un poderoso cierre al tema y, prácticamente, al disco.



“Pigs on the Wing 2” – Y decimos esto porque el punto final lo pone de nuevo Roger Waters con la guitarra acústica con la segunda parte de la canción con la que empezaba el trabajo, un tema de amor dedicado a su pareja en aquellos años y que supone un importante contraste con el resto del disco cuya historia queda enmarcada de este modo entre dos baladas ajenas en cierto modo al meollo de la cuestión.

A pesar de su indudable valor artístico, por algún motivo “Animals” no ha sido nunca uno de los discos más populares de Pink Floyd si pensamos en el gran público. Sin embargo, siempre ha gozado de un puesto de privilegio en las preferencias de los seguidores más fieles de la banda. Resulta curioso comprobar cómo, a pesar de ser una de las formaciones a las que siempre se alude cuando se habla del rock progresivo como corriente, la mayoría de los discos de Pink Floyd no parecen ajustarse a los tópicos del género (especialmente en la etapa 1972-1980), como son: larguísimas suites que ocupan en muchos casos caras enteras de los discos, extensos desarrollos instrumentales con abundantes momentos para el lucimiento personal de los intérpretes, etc. Desde este punto de vista, podríamos considerar “Animals” como el disco más progresivo de Pink Floyd sin miedo a equivocarnos demasiado. Contrasta este hecho con el otro que comentábamos al abrir la reseña: que sea éste el único no publicado en formato de lujo en las recientes reediciones de los cuatro que integrarían esa hipotética edad de oro del grupo.

No vamos a descubrir a Pink Floyd en 2013 para ningún lector pero es posible que muchos no le hayan prestado suficiente atención a “Animals” y quieran acercarse a este trabajo. Si ese es el caso, el disco puede comprarse en cualquiera de los enlaces adjuntos:

amazon.es

fnac.es

Os dejamos con "You've Got to Be Crazy", la versión inicial de "Dogs", en directo en 1974.

4 comentarios:

  1. Un gran disco que precede a la histeria comercial que supuso The Wall. Paranoias y catarsis de Waters en una inmensa metáfora de lo que supone vivir esclavos del capitalismo feroz. Un lujo, que gustará, o no, pero no deja de ser Pink Floyd en estado puro y con ¿Hypnosis? en la portada.
    Saludos

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  2. Como seguidor fiel de Pink Floyd me cuesta elegir el mejor disco, pero sin duda que ANIMALS está entre lo mejor de estos genios. Un trabajo notable, con mucha furia, furia en las letras, en la forma de cantar, en la música, aunque también hay momentos calmos y psicodélicos. Un disco injustamente olvidado por muchos críticos, que parece que los único que escucharon es The Wall y Dark Side.. (obras de arte por cierto). No dejen de escucharlo.
    Saludos desde Argentina.

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    1. Es cierto que "Animals" es un disco que parece olvidado en medio de otros tres discos monumentales. Sólo se me ocurre como explicación la ausencia de un single "radiable" porque por lo demás, es un disco magnífico.

      ¡Un saludo y gracias por comentar!

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  3. Evidentemente me gustan varios trabajos de Pink Floyd… pero Animals tiene algo más…

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